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Camino de Santiago

Carlos era un hombre de negocios exitoso en la bulliciosa ciudad de Madrid. Pero detrás de su fachada de éxito, se escondía un oscuro secreto. Había tomado decisiones en su vida personal y profesional que le pesaban en la conciencia. Sabía que necesitaba un cambio, pero no sabía por dónde empezar. 

Un día, mientras paseaba por el parque El Retiro, se encontró con un anciano que vendía libros usados. Entre los libros, encontró uno sobre el Camino de Santiago. Recordó las palabras de su abuela: "El Camino de Santiago no es solo un viaje, es una búsqueda de respuestas". Inspirado por estas palabras, decidió emprender el Camino de Santiago en busca de redención y autodescubrimiento. Carlos comenzó su viaje en Roncesvalles. 

Cada paso que daba era un paso hacia la reconciliación con su pasado. Con cada pueblo que cruzaba, dejaba atrás un poco de su viejo yo y se acercaba más a su verdadero ser. Durante el día, caminaba solo, reflexionando sobre su vida. Por la noche, compartía historias y experiencias con otros peregrinos en los albergues. En su camino, Carlos conoció a María, una profesora de Barcelona que también estaba haciendo el Camino de Santiago. María era una mujer alegre y optimista que había decidido hacer el camino después de superar una enfermedad grave. Su fortaleza y positividad inspiraron a Carlos y le ayudaron a ver las cosas desde una perspectiva diferente.

También conoció a Pedro, un joven de Sevilla que había dejado su trabajo para buscar un propósito en la vida. Pedro era un alma libre y aventurera que no tenía miedo de tomar riesgos y seguir su corazón. Su espíritu aventurero motivó a Carlos a ser más valiente y a enfrentar sus miedos. A lo largo del camino, Carlos se encontró con varios desafíos. Hubo días de lluvia intensa, días de calor sofocante y días en los que sus pies estaban tan adoloridos que apenas podía caminar. Pero cada desafío le enseñó una valiosa lección y le ayudó a crecer como persona.

Después de 15 días de viaje, Carlos llegó finalmente a la Catedral de Santiago. Al poner sus manos en la piedra centenaria, sintió una abrumadora sensación de paz. Había llegado al final de su viaje físico, pero también al inicio de su nuevo yo. Carlos volvió a Madrid, pero ya no era el mismo hombre. Había encontrado la paz consigo mismo y con su pasado. 

Aunque su conciencia todavía le recordaba de vez en cuando sus errores pasados, ahora tenía la fuerza para enfrentarlos y aprender de ellos. Había aprendido a perdonarse a sí mismo y a los demás, y a valorar las cosas importantes de la vida. Y así, Carlos, un hombre que una vez se remordía la conciencia, encontró en el Camino de Santiago la paz y el autodescubrimiento que tanto anhelaba.

                                        Por Fran Marquez

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