UN MUNDO DE RELATOS CORTOS, LIBROS EN VENTA Y MAS.                

MYRIAM GARCIA CARROMERO

BIOGRAFÍA

Mi nombre es Myriam García Carromero y soy escritora. Después de décadas contando historias, la enfermedad de mi madre me empujó a escribirlas para anticiparme a mi desmemoria. Mis primeros escritos estuvieron dominados por el dolor provocado por el deterioro de mi progenitora. Solo pude rescatar un relato de esa época: Monólogos de sopas de ajo. Después me refugié en la historia, en mis lecturas buscando momentos que nunca viví como un arqueólogo busca restos de lo que nunca presenció.  “Lautaro se viste de chef”, “La casa de las golillas de cóndor” y mi novela inédita, “El río delator”, pertenecen a ese género.  Sin embargo, donde me siento más a gusto es en la sátira humorística y sí es un poco distópica, pues mucho mejor. “Historias de un follicidio” comienza esta línea editorial, la continua “El Cielo hermético” en forma de revista gráfica y la completa “Trepa, la lombriz que quiso ser gigante”.
Pero otros cuentos y novelas empujan por ser publicados, porque en la ficción encuentro la calma de un día a día demasiado real y a veces cruel. 
Y también porque esos cuentos e historias son una parte de mí atrapados las paredes de la formalidad, que cuando se convierten en papel, se liberan de su prisión, creando un discurso que yo solo no soy capaz de transmitir.

Cuento

LAUTARO SE VISTE DE CHEF

Después de noches y noches de pesadillas coronadas con un bocata de calamares servido con una cerveza bien fría de espuma chorreante, dejé de soñar. O tal vez seguí soñando, pero el tema de mis sueños cambió. La primera noche sin aros de calamar rebozados y empanados en una pistola de pan, fue como registrar un encefalograma plano. No sentí ni olí nada, ni siquiera el tráfico pesado de mi calle, ni el movimiento de mi cama al compás de los sismos casi imperceptibles de la cordillera.

Pero yo sabía que algo había cambiado para siempre. Me levanté y me fui a la cocina. Saqué tres huevos de gallinas mapuches, huevos de colores, y una bolsa de papas chilotas. Hice una maravillosa tortilla de papas arco iris con todos los colores de la tierra, especiada con merkén. Me la tomé fría con el segundo café expreso hecho en una cafetera italiana. Juan Valdes ponía el paquete de granos que acababa de moler.

Mi Lautaro se viste de chef invoca a doce chefs de la península para hacer realidad sus sueños gastronómicos frustrados por una muerte temprana. Jacinto y sus compañeros, quizás también soñaron con bocadillos de calamares con pan de barra, o con arroces de la huerta valenciana, o con tortillas de camarones regadas con vino generosos.

Pero ellos decidieron un tránsito más valiente que el mío. Se pertrecharon de cazuelas y buenas viandas, y llamaron al espíritu del adelantado don Diego de Almagro para que guiara sus pasos por la ruta sur del camino del inka hacia el FIN, hacía Chile.

Salvaron traiciones, peligros, un clima de verdadera mierda y el miedo. Miedo a haberse equivocado.

Pero no cejaron en su empeño de aprender, asimilar y crear.  Y crearon una cocina nueva y hermosa con la mejor huerta, con el mejor mar y con las vicuñas y los llamos más sublimes de la tierra. Unieron la cocina de dos mundos para crear una nueva historia, la suya, la historia de los que se atreven al destierro y vuelven con los bolsillos llenos de semillas para germinar en nuevas tierras. La historia de Lautaro se viste de chef.


 

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